[4:06 a. m.]
¡ QUE BOCHORNO ,PAPI !
El tópico de las dos Españas creo que debe ser definitivamente derribado. Dejémonos de cuentos. No son dos....son tres, y creo apropiado analizar cómo es esa tercera España porque de ella, en mi opinión, nos han venido y vendrán muchas de nuestras desgracias colectivas.
Tenemos por un lado las dos Españas de siempre. La de izquierdas y la de derechas. Son como dos equipos de fútbol rivales, con sus aficiones incondicionales. Esas dos Españas son sanguíneas y , en muchos casos, genéticas. Los que las conformamos somos hinchas apasionados. Nos cuesta ver los defectos de alineación y juego de nuestros respectivos equipos, pero aun percibiéndolos, siempre los disculpamos. Si estamos muy cabreados con nuestro club, como mucho no iremos al campo durante unas semanas. Entre los socios de cada bando, los hay más o menos violentos, pero la mayoría conseguimos convivir con los del equipo contrario en buena armonía. Unas veces la Liga es para unos, y otras, para otros. El fútbol es así.
Pero la tercera España es muy diferente. No tiene equipo definido. Siguiendo el símil del fútbol, son el árbitro y los banderillas. Sobre todo, los banderillas.
Tienen sangre de horchata y viven desapasionadamente. No ven tres en un burro y no saben distinguir un penalti ni viéndolo cien veces en la moviola..
Pasean sus barriguitas, vestidos de luto, de una a otra portería de forma penosa y a veces, las menos, pasan desapercibidos en los partidos. En esos casos, generan división de opiniones entre los verdaderos aficionados, es decir, unos se acuerdan de sus padres y otros de sus madres, lo normal en fútbol.
Pero en ocasiones, la pifian de verdad . “Penalti y expulsión!”...Bah!...ahí se acabó el partido y durante el resto de la temporada, las dos hinchadas pueden llegar a las manos en cualquier momento.
Lo peor de los banderillas es lo fácilmente amedrentables que son. Se dejan apabullar por los que consiguen gritar más durante el partido. Quien más berrea, termina por llevarse el gato al agua para su equipo y, si los ultras de un lado, consiguen tomar la banda, se dejarán intimidar hasta el punto de cometer un error garrafal fusilando al equipo contrario.
Esa tercera España ejecuta políticamente líderes, ideas y trayectorias. Ejecutaron a Alfonso XIII en 48 horas, a Adolfo Suárez en un par de meses, a Felipe González en 4 años y el récord se lo ha llevado José María Aznar: menos de 36 horas. A Franco no consiguieron ejecutarle porque no dejó que nadie levantase la voz. Pero un campo en silencio tampoco tiene gracia.
No me gustan a mi los banderillas. Nunca sabes por dónde te van a salir. No los ves venir de cara. A mi me gustaría una Liga limpia, con aquello de que gane el mejor y con tíos de carácter haciendo de árbitros. No me gusta tampoco la violencia verbal o física. Siempre distorsiona los resultados. Será porque llevo grabada a fuego aquella campaña de hace un montón de años, con el padre vociferando en las gradas. Me quedé con la expresión de su hijo al verlo en la tele: “¡Que bochorno, papi!”
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